Angel Rama: “el gran maestro americano”
“Aunque no es imposible, daría trabajo, en el caso de Diderot, un examen de su obra que prescindiera por completo de su participación directriz en la publicación de la famosa “Enciclopedia”. Tal distingo creo que es imposible hacerlo en el caso del uruguayo Carlos Quijano. El es el semanario “Marcha”, y éste es Carlos Quijano. El hizo posible esa inusual tribuna de pensamiento libre, manteniéndola durante treinta y cinco años.
(…)
Construir una tribuna de discusión abierta y lúcida, documentada y sin dogmatismos; atender las necesidades intelectuales del país y del continente; desarrollar una crítica independiente; servir de hogar a la cultura nacional; elaborar el proyecto de una nueva sociedad mas justa y evolucionada, fueron algunos puntos de su desmesurada empresa. Y ella lo absorbió de tal modo que prácticamente se disolvió dentro del semanario.
(…).
escribió todos los viernes el editorial del semanario, las seis cuartillas frecuentemente llenas de numeritos en que analizó la vida económica del país y del continente, los grandes debates ideológicos de nuestro tiempo, los problemas políticos y sociales, todo ello con rigor, con conocimiento de causa y sin acidez (…) Esos editoriales nunca llevaron firma, y tampoco durante la mayor parte de esos 35 años figuró al frente del periódico el nombre de su director: era la voz de “Marcha” (…) Me temo que muchos ignoraban que estaban escritos por Carlos Quijano; y pienso que para muchos, él concluyó siendo una especie de raro mito, criatura casi inexistente fuera del semanario.
(…).
Tras los grandes maestros que en el primer tercio del siglo (XX) tuvo el Uruguay (José E. Rodó, Carlos Vaz Ferreira), fue Carlos Quijano quien orientó a la juventud, constituyéndose en el maestro de al menos dos generaciones. Maestro del pensamiento lúcido, independiente, desinteresado; maestro de una escuela de exigencia y de rigor; maestro de un estilo moral casi victoriano que explica su renuncia a la riqueza, al poder político, al halago de una fácil fama. (…)
“Marcha”, (fue) una escuela del periodismo intelectual, donde trabajaron decenas de periodistas políticos, sindicales, de notables reporteros (Carlos M. Gutiérrez, (Guillermo) Chifflet, Héctor Rodríguez, María Esther Gilio). Desde el equipo inicial formado por el educador Julio Castro, el filósofo Arturo Ardao, y el novelista Juan Carlos Onetti, hasta los más jóvenes de los últimos años (Eduardo Galeano, Jorge Ruffinelli, Gerardo Fernández), fue en las páginas del semanario, que se tejió la vida cultural del país. (…)
La gran mayoría del equipo de “Marcha”, perteneció a las plurales tendencias del liberalismo, del socialcristianismo, del socialismo democrático. Una parte ha sido encarcelada, torturada salvajemente, calumniada. Una sola acusación puede aceptar Carlos Quijano: haber pensado con claridad, y haberse propuesto como meta, la enseñanza del pueblo”
(“Carlos Quijano, maestro americano”, Angel Rama, diario “El Nacional”, de Caracas, 13 de diciembre de 1976).
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Construir una tribuna de discusión abierta y lúcida, documentada y sin dogmatismos; atender las necesidades intelectuales del país y del continente; desarrollar una crítica independiente; servir de hogar a la cultura nacional; elaborar el proyecto de una nueva sociedad mas justa y evolucionada, fueron algunos puntos de su desmesurada empresa. Y ella lo absorbió de tal modo que prácticamente se disolvió dentro del semanario.
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escribió todos los viernes el editorial del semanario, las seis cuartillas frecuentemente llenas de numeritos en que analizó la vida económica del país y del continente, los grandes debates ideológicos de nuestro tiempo, los problemas políticos y sociales, todo ello con rigor, con conocimiento de causa y sin acidez (…) Esos editoriales nunca llevaron firma, y tampoco durante la mayor parte de esos 35 años figuró al frente del periódico el nombre de su director: era la voz de “Marcha” (…) Me temo que muchos ignoraban que estaban escritos por Carlos Quijano; y pienso que para muchos, él concluyó siendo una especie de raro mito, criatura casi inexistente fuera del semanario.
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Tras los grandes maestros que en el primer tercio del siglo (XX) tuvo el Uruguay (José E. Rodó, Carlos Vaz Ferreira), fue Carlos Quijano quien orientó a la juventud, constituyéndose en el maestro de al menos dos generaciones. Maestro del pensamiento lúcido, independiente, desinteresado; maestro de una escuela de exigencia y de rigor; maestro de un estilo moral casi victoriano que explica su renuncia a la riqueza, al poder político, al halago de una fácil fama. (…)
“Marcha”, (fue) una escuela del periodismo intelectual, donde trabajaron decenas de periodistas políticos, sindicales, de notables reporteros (Carlos M. Gutiérrez, (Guillermo) Chifflet, Héctor Rodríguez, María Esther Gilio). Desde el equipo inicial formado por el educador Julio Castro, el filósofo Arturo Ardao, y el novelista Juan Carlos Onetti, hasta los más jóvenes de los últimos años (Eduardo Galeano, Jorge Ruffinelli, Gerardo Fernández), fue en las páginas del semanario, que se tejió la vida cultural del país. (…)
La gran mayoría del equipo de “Marcha”, perteneció a las plurales tendencias del liberalismo, del socialcristianismo, del socialismo democrático. Una parte ha sido encarcelada, torturada salvajemente, calumniada. Una sola acusación puede aceptar Carlos Quijano: haber pensado con claridad, y haberse propuesto como meta, la enseñanza del pueblo”
(“Carlos Quijano, maestro americano”, Angel Rama, diario “El Nacional”, de Caracas, 13 de diciembre de 1976).