viernes, 9 de mayo de 2014

Batlle, Herrera y la política a principios de siglo XX


Programa conducido por Blanca Rodríguez, donde el historiador Carlos Demasi habla sobre la época del batllismo, las propuestas de Batlle y Ordóñez y la importancia de Luis Alberto de Herrera en la reconstrucción del Partido Nacional.





Uruguay en los inicios del siglo XX....



 A partir de 1860 aproximadamente, las costumbres de nuestra sociedad comienzan a cambiar, debido a varias razones. Por un lado, el avance de la educación de masas y por lo tanto, el retroceso del analfabetismo. Por otro, la urbanización de la sociedad que provoca un cambio de mentalidad en todos los sectores. A su vez la europeización de las costumbres, genera la adopción de una mentalidad diferente, a decir del historiador Barrán, la “sensibilización” de las costumbres “bárbaras”.



Las clases sociales


Clases conservadoras


            Era la clase que controlaba los sectores clave de la economía nacional: ganadería, comercio, industria y crédito. Se organizaron en fuertes gremios: Federación Rural, Asociación Rural, Cámara de Comercio, Cámara de Industria y Cámara Mercantil de Productos del País.
            El sector rural de la clase alta estaba constituido por unas 1.300 familias que poseían el 40% del suelo.
            El sector mercantil estaba integrado también por banqueros y prestamistas privados, grandes importadores, ricos barraqueros, inversores en tierras en el interior y propietarios de cientos de casas en Montevideo. Habían basado su poder financiero en el siglo XIX en el negocio de la deuda pública y en el comercio de tránsito. En el siglo XX, su situación iba a cambiar, cuando el Estado coloque la deuda en el extranjero y se inaugure el puerto de Buenos Aires.
            Entre los grandes industriales, dominaban los inmigrantes de origen italiano, español y francés. Existía también un grupo importante de capitales nacionales que invirtieron en la industria alimenticia. El gran capital extranjero (inglés y norteamericano) monopolizaba los servicios públicos (agua, transporte, gas, comunicaciones) y el frigorífico.

Clases populares

            Eran la mayoría del país, tanto en el medio rural como en el urbano; sin embargo, eso no significaba que fueran fuertes en esta época.

            Las clases rurales habían protagonizado las revoluciones de Saravia, con poca conciencia de sus intereses, sin llegar a poner en peligro real al gobierno de turno. Dispersas en la estancia o marginadas del trabajo, eligieron la emigración a los países vecinos y a Montevideo, o la permanencia en el pueblo de ratas. Significaban para el partido en el gobierno y las clases conservadoras, una preocupación pero no un verdadero temor. Lo que las neutralizaba y mantenía en la quietud era su dispersión, el conservadorismo y que en gran parte eran pequeños propietarios. Todo lo que la miseria convertía en explosivo en la campaña, lo anulaba la dispersión de los trabajadores, la emigración y el analfabetismo.

            Las clases urbanas se concentraban principalmente en Montevideo. La ocupación principal era la industria, la construcción, el transporte y los gráficos. Totalmente diferente a la vida en el campo, la ciudad agrupó a los obreros que compartían su vida miserable en los conventillos. Estos actuaron como la gran fuerza que ambientó la combatividad en los obreros; alquiler alto y salario bajo generaron una oposición frontal al grupo poseedor (tanto propietarios como patrones). También influyó la gran cantidad de inmigrantes europeos que venían con la experiencia de su país de origen y su ideología anarquista. Fueron ellos quienes hicieron los primeros intentos de agremiar y sindicalizar a los trabajadores. Los primeros gremios de obreros de importancia combativa, estaban guiados por anarquistas.

El fuerte crecimiento de la población en Uruguay  entre 1860 y 1908 se originó en tres factores principales: la alta natalidad (hasta fin de siglo), la mortalidad que desciende y en determinados períodos, la inmigración.   La gran inmigración de la segunda mitad del siglo XIX tuvo su origen en la tendencia expulsora de trabajo del capitalismo europeo y en el Este avance de los transportes, en cuanto a la rapidez y bajos costos permitió además incorporar al mercado mundial la producción de nuevas tierras, lo que produjo crisis en la agricultura europea, originando la emigración de campesinos.  La importancia de los inmigrantes fue mayor que lo que dicen las cifras, porque la mayoría de ellos eran adultos jóvenes en plena actividad. Dado el vacío poblacional, los inmigrantes transformaron la sociedad criolla tradicional….La mayoría de los inmigrantes europeos eran trabajadores, pequeños comerciantes y artesanos en la ciudad y pequeños agricultores en la zona sur del territorio. Los hacendados extranjeros que se integraron a la clase alta fueron brasileños y unos pocos europeos; estos también se integraron al alto comercio importador y exportador, el cual se fue extranjerizando. mejoramiento de los transportes.   


Existió una primera oleada inmigratoria que se inicia en la década de 1850; llegaron canarios, españoles, franceses, italianos, ingleses, alemanes.  No solo se instalarán en Montevideo, sino también en el medio rural, como medianeros o puesteros o esquiladores, como agricultores o trabajaron en saladeros. En Montevideo se dedicaban al comercio y a la incipiente industria como trabajadores dependientes o creando pequeñas empresas de vestimenta o alimento, dando origen a las primeras industrias del país…..A partir de 1890, fue Montevideo quien más absorbió la llegada de los europeos, al tiempo que el cercado de los campos expulsaba a los propios uruguayos.
Millot y Bertino, Historia económica del Uruguay, citado por Demasi y otros en Pensar la historia
              
Pero lo que más movilizaba a los obreros eran las condiciones de trabajo que padecían. Trabajaban entre 11 y 12 horas diarias por salarios bajísimos, sometidos a cualquier cantidad de penalizaciones que reducían aun más el salario. Niños y mujeres trabajaban por igual y en las mismas condiciones que sus compañeros hombres, pero cobrando menor salario.


Vivienda obrera: el conventillo (2)

        "Un cuarto de esas casas ómnibus", que abrigan al mendigo como al humilde industrial, tiene generalmente una puerta sobre el patio y una ventana a lo más; es una pieza cuadrada de cuatro metros por costado y tiene el siguiente destino: es el dormitorio del marido, de la mujer y de los hijos, que son por lo menos 5 o 6, generalmente sucios; es el comedor, la cocina y la despensa; el patio donde juegan los niños, el sitio donde se depositan los excrementos, a lo menos provisoriamente, el depósito de basuras, la sala de la ropa sucia y limpia, si la hay; la vivienda del perro y del gato, en una palabra, un sitio en donde 5 o 6 personas respiran de una manera contraria a todas las prescripciones higiénicas, a todas las leyes del sentido común y del buen gusto y a todas las exigencias del organismo". (Octavio Morató, Problemas sociales en el Uruguay).


        "Las cincuenta personas que viven en el conventillo de Galicia1117, son condenados a la mugre perpetua. Piezas insalubres, sin luz, escasez de agua, ratas y un ambiente impregnado de fétidos olores. Su dueño, Juan B. Introzzi, percibe mensualmente unos 200 pesos por concepto de alquileres. El Sr. Introzzi, propietario del conventillo, es dueño de casi toda la manzana, fuerte comerciante de plaza, establecido en Rondeau y Galicia y está construyendo un regio palacete junto al conventillo. En el conventillo hay dos waters, dos canillas de agua y una cocina de 0,70 por 0,50. Tiene 20 piezas y el alquiler oscila entre $7 y $10". (Diario Justicia, 1929) 



(2) Tomado de Trochón y Vidal, "Bases documentales para la Historia del Uruguay contemporáneo (1903-1933)".

La división de la riqueza
"En síntesis, no parece aventurado concluir que al país se lo repartían casi en partes iguales entre los medianos y los grandes propietarios. El minifundio, que ocupó una superficie deleznable, agrupó en cambio a más del 50% de los que se denominaban 'propietariios rurales'. El desequilibrio era notorio. Pero también saltaba a la vista un rasgo insospechado: la relativa importancia de la clase media rural: cerca de 20 mil propietarios poseían el 50% de la campaña. El peso de los latifundistas, sin embargo, seguía siendo inmenso: 1400 personas controlaban la otra mitad del Uruguay. "
(Barrán y Nahum - " Historia rural ..." Tomo VI, p. 276)

“Se comprende mejor aquella sociedad del 900, si se la coteja con ésta en la que vivimos cien años más tarde, a la que conocemos, supuestamente, mucho más. Por debajo de las diferencias que son desde luego muchas, hay un fondo común en el que se recuesta el conjunto desde hace más de un siglo. No era, ni sería una sociedad excesivamente jerarquizada, de porte oligárquico. Proyectaba más bien una matriz igualitaria, ciudadana, polémica y por extensión partidista, pero raramente excluyente cuando argumentaba a favor de su legitimidad. Pero era también más joven, más extranjera que la de hoy; muy urbana, aunque bastante menos en el 900 que en el 2000.
(...) El Censo de 1908 demostraría que la población uruguaya había logrado multiplicarse por trece en el siglo XIX; el censo de 1996 permite apreciar que en el siglo XX apenas alcanzó a triplicarse... En el 900, los jóvenes eran uruguayos y sus padres y abuelos mayoritariamente extranjeros. La proporción actual de extranjeros en el país es de 3%; la mitad de ellos de América y fundamentalmente de la Argentina. En 1908 la proporción de extranjeros llegaba al 18%. (...)
El Uruguay ya era en el 900 un país ‘vacío’, pero no estancado; (...)
Midiendo ingreso, gasto, propiedad y valores, apenas puede afirmarse con sobrado fundamento que aquella era una sociedad plural –esto es, con más de dos sectores o clases-, desigual y, en términos comparativos, débilmente tensionada. Era una sociedad ‘burguesa’, en el sentido que estaba por los deseos del ascenso y el temor al descenso. Era burguesa en tanto sus caminos interiores estaban relativamente abiertos, para ser transitados desde la industria, el comercio minorista, la agricultura, el empleo público y la educación.”
(Rilla en “El 900” tomo 1, Ed. Cal y canto. Montevideo, 1999. pp. 19, 20)
            La represión de la sexualidad femeninaera una de las condiciones para que triunfara el control de la natalidad con métodos espontáneos. Una de las formas era retrasar la edad matrimonial, lo que causó una represión sobre la mujer, pero liberalizó al hombre. Se acentuó así el culto a la virginidad que reemplazó al anterior de la fecundidad. Los noviazgos se eternizaban; el joven debía esperar a tener una “posición”; ella iba haciéndose el “ajuar” puntada a puntada. El “dragoneo” comenzaba en la calle o a la salida de misa, luego la conversación en el balcón o el zaguán, después, el interminable “servicio de sala”. Nunca solos “la lámpara encendida, con la madre tejiendo o cosiendo frente a ellos y oyendo, aburrida, tontos monosílabos y sin que nunca las manos de los enamorados se tocaran, estarían hasta las 11, hora en el que el padre cerraría el diario demostrando que era el momento de retirarse”.



El nuevo rol femenino

En el Uruguay comienza a primar desde fin de siglo un nuevo modelo demográfico, o sea, las familias comienzan a tener menos hijos y a tratar de controlar la natalidad. Esto es producto de una situación económica seria que está atravesando el país. La disminución de la natalidad y el retardo en la celebración de los matrimonios, eran una consecuencia del encarecimiento de la vida. Fue la ciudad quien primero vio sus dificultades y aceptó el nuevo modelo demográfico. Al carácter urbano sumaba su rasgo portuario, lo que facilitaba el contacto con el exterior. Los inmigrantes tuvieron mucho que ver en este cambio de mentalidad. Quienes llegaban eran los que se habían atrevido a cortar los lazos con Europa, buscando el ascenso social. El número elevado de hijos podía trabar dicho ascenso.
            El puritanismo se enseñoreó de la sociedad uruguaya, sobre todo del medio urbano y de sus clases medias y alta. Este modelo demográfico impuso nuevas conductas. La separación de sexos era estricta. Comenta una “dama” del 900, Josefina Lerena Acevedo de Blixen: “Yo era todavía una colegial, pero debía acompañar a una tía ya que ninguna mujer soltera debía salir sola a esas horas... Las señoritas paseaban en grupos...”. En las playas también se solían separar los sexos.“Empezó por aceptárselas [a las playas] como para prevenirse de las enfermedades del invierno, cuidando que el sol no afiebrara las cabezas y no diera a los cuerpos la horrible pátina del bronce. Así, la gente trataba de ir temprano, como máximo a las 8 y hasta en los días nublados abría las sombrillas. Prudentemente los médicos sostenían que el baño de mar debilitaba, y que no debía durar más de 5 minutos...”.  Los rigurosos trajes de baño femeninos, a usarse en zonas de baño separadas para mujeres y hombres, hacían que estas mujeres parecieran sin cuerpos y sin caras. Cuando el tranvía pasaba de una zona de baño a otra y por lo tanto, por encima del baño de los hombres, las madres decían a sus hijas que no miraran hacia el lado del mar. Y las niñas, obedientes, bajaban los ojos.
            Para la mujer de la época, quedaban dos caminos a seguir: buscar la independencia económica o el matrimonio. El problema ahora era la soltería femenina. El hombre trabajaba, la mujer de clase media y alta no. Comienza, lo que se dio a llamar, la “carrera matrimonial”. Comenta Domingo Arena: “en cada casa donde hay una muchacha casadera, se espera ansiosamente al marido y se recibe por regla general al primero que llega, por el justo temor de que no aparezca otro.” Los padres a veces presentaban todas sus hijas casaderas a ricos pretendientes herederos de campos para que éstos eligieran con cuál deseaban iniciar el noviazgo. “¡Qué es lo que no aspiran los padres para sus varones! Esa aspiración consiste verlos formados, dueños de una carrera o de un negocio en marcha, capaces de bastarse a sí mismos; en cuanto a las mujeres, aquella aspiración equivale a verla casada. (...) [La mujer]ha sido atendida, criada y conservada, al sólo efecto de ser entregada a un marido que va a sustituir al padre en la tutela, en el cuidado y en la dirección de su vida de mujer” 
            Otro de los caminos que quedaba a la mujer era el mercado laboral. No fue casual que en el mismo momento histórico en que el modelo demográfico limitaba el papel de madre de la mujer, se forjaran para ella alternativas laborales. También influyeron otros factores: el deseo de liberación femenina, el apoyo de los radicales (anarquistas, socialistas, batllistas) y la avidez del naciente capitalismo industrial por una mano de obra abundantísima y muy barata.
            Las pioneras fueron las obreras de las fábricas de Montevideo y los saladeros del litoral. Estas mujeres fueron usadas como un gran ejército de reserva; se les pagaba menos salario y por lo tanto se podía emplear a un mayor número originando pocos gastos extras.
            La liberalización de la mujer comenzó también en el plano ideológico, surgiendo elmovimiento feminista, que más que un movimiento político, fue una actitud de vida que escandalizó a la clase alta y culta montevideana.

El disciplinamiento
"El investigador de la historia de la sensibilidad, José Pedro Barrán,  advierte que hacia 1900 está en presencia de sentimientos, conductas y valores diferentes a los que habían modelado la vida de los hombres en el uruguay hasta por lo menos 1860. Una nueva sensibilidad aparece definitivamente ya instalada en las primeras décadas del siglo XX aunque perviven -tal vez hasta hoy- rasgos de la anterior 'barbarie'.
Esa sensibilidad del Novecientos que hemos llamado 'civilizada', disciplinó a la sociedad: impuso la gravedad y el 'empaque' al cuerpo, el puritanismo a la sexualidad, el trabajo al 'excesivo' ocio antiguo, ocultó la muerte alejándola y embelleciéndola, se horrorizó ante el castigo de niños, delincuentes y clases trabajadores y prefirió reprimir sus almas, a menudo inconsciente del nuevo método de dominación elegido, y, por fin, descubri´`o la intimidad transformando a 'la vida privada', sobre todo de la familia burguesa, en un castillo inexpugnable tanto ante los asaltos de la curiosidad ajena como ante las tendencias 'bárbaras' del propio yo a exteriorizar sus sentimientos y hacerlos compartir por los demás. En realidad, eligió, para decirlo en menos palabras, la época de la verguenza, la culpa y la disciplina.
(...)
Un modo de producción nuevo -como el que estaba gestándose en el uruguay de 1860 a 1890- implicaba cambios en la sensibilidad, modificaciones del sentir para que a la vez ocurrieran transformaciones sustanciales en la conducta. Y así, sensibilidad y cambio económico entrelazados, no son ni causa ni efecto el uno del otro, sino factores que tanto se abren camino juntos como se limitan y se obstruyen el paso. Lo que cuenta en estos lazos entre sensibilidad y modo de producción es, entonces y antes que nada, advertir su correlación, notar que cierto esfuerzo de ascetismo de toda la sociedad fue contemporáneo de su 'modernización' y que ambos fenómenos se alimentaron mutuamente y se necesitaron."
(Barrán - "El disciplinamiento" Ed. Banda Oriental. Montevideo, 1991. p. 11 y 22)

Economía

“Alrededor de 1895 se inicia un período de expansión de la economía mundial que se extiende hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. Significó una mayor demanda y el alza de los precios de la mayoría de los productos exportables. A partir de 1986 también las condiciones de crédito –por lo menos para los grandes estancieros- mejoraron con la fundación del Banco de la República.
En este marco se produjo un crecimiento en la producción; los volúmenes crecieron no sólo por el aumento de los stocks sino también por aumentos de la productividad en carne y lana por cabeza de ganado, debido al avance del mestizaje. Una etapa importante de este proceso comienza con la creación del primer frigorífico (1905). Luego de un período de auge lanero, el mestizaje vacuno acicateado por la demanda y al amparo de la paz interna (1904), se acelera.
El mestizaje y la instalación de los frigoríficos constituyó el hecho fundamental en la ganadería de este período. La paz y la mayor rentabilidad derivada de los altos precios inducen al desatesoramiento y permite incrementar las inversiones.”
(Millot y Bertino, ob. cit. p. 81)


“El continuado dinamismo de la economía capitalista de Europa occidental generó estructuras dominantes en las que se concentró el grueso de las actividades industriales, y zonas dependientes especializadas en la producción de productos primarios. Dentro de ese esquema de división internacional del trabajo, el Uruguay se organizó económicamente y expandió sostenidamente su producción entre 1870 y la década del veinte. Fueron especialmente relevantes en este proceso, el desarrollo de la navegación transatlántica y de los métodos de refrigeración de la carne y el aumento de los niveles de consumo de la población europea.
Las condiciones naturales (suelo, clima), la reducida población y las bajas exigencias en materia de capital y de nivel tecnológico –ambos factores escasos en el Uruguay- determinaron que el sector ganadero extensivo pudiera producir en condiciones de competencia con el exterior.”
(“El proceso económico del Uruguay” Universidad de la República. F.C.E. 1969. pp. 27 y 28)


“El desempeño de la economía uruguaya en la primera mitad del siglo XX, cuantificado en función de la riqueza creada muestra tres momentos de importante crecimiento. (...) las fases de expansión se ubican en la primera década del siglo (hasta 1912), los años veinte (hasta 1930) y la segunda posguerra (hasta 1957). En ellas, se logró acompañar el crecimiento de los países capitalistas avanzados, impidiendo con ello la ampliación de la brecha en los niveles de riqueza y, en particulares circunstancias, hasta reducirla transitoriamente. Los desempeños exitosos señalados permitieron un mejoramiento de nivel de vida en general como resultado del incremento de la cantidad de bienes a disposición de la población. Así lo evidencia el crecimiento del PBI por habitante.
(...) En las últimas décadas del siglo XIX los cambios en la estructura económica y los arreglos institucionales, concretados en el marco de la modernización del Estado, hicieron posible la inserción de la economía uruguaya en el mercado mundial capitalista. El patrón de comercio internacional predominante entonces y durante las primeras décadas del siglo XX, ofreció la oportunidad de participar activamente como proveedor de bienes primarios, especialmente cueros, lana y carne.
Por lo tanto, al comenzar el siglo XX, Uruguay había encontrado la manera de incorporarse en forma relativamente exitosa al comercio mundial y su economía crecía inducida por la dinámica exportadora. Este modelo agroexportador concretó un proceso de crecimiento relativamente sostenido del PBI del orden del 3,3% anual entre 1909 y 1912.
La crisis de 19113 y la Primera Guerra Mundial abrieron un paréntesis de una década en esa fase de crecimiento.”
(“El uruguay del siglo XX” Instituto de Economia. Ed. Banda Oriental. Montevideo, 2001. pp. 10 y 11)